Se vive una infancia y a la vez muchas.
La individual, la transpersonal, la de cada generación (cultural, social, geográfica...), la universal.
Ambas naturalezas, caos y orden, la vida evoluciona. Infancias llenas de jubilo, experiencias, aprendizajes, despertares, principios y finales.
El niño más allá de la edad y circunstancias, aún nos vive.
Más allá del orden de la fuente de la vida, del principio que cuida, nutre, protege. Un mundo mágico, de posibilidades, creativo.
Y más allá un principio que madura el fruto, que nos nuestra ahí afuera unos limites, un corte, un no, para asentir a la vida. Un mundo a veces hostil, incierto y
peligroso.
Allí donde la pérdida y la seguridad se presentan, allí danzan los finales y los principios.
Allí donde el mago niño y anciano se presentan.
Nacen la sorpresa y la sabiduría.
Allí cantan su eterna presencia, flujo, inocencia y alegría.
Cada vez ciclos más amplios
que recrean la memoria
de la espiral del tiempo
de la muerte y de la vida.
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