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LA OFRENDA Y LA PROMESA.


En la tradición de la alquimia, un instante muy especial era cuando se producía el regreso del guerrero a su hogar. Allí le esperaba un espacio de serenidad, reposo, nutrición bajo la cuidadosa receptividad y atención lo femenino.


Ese espacio y tiempo de renovación respondía a la necesidad ancestral de poder seguir adelante con la promesa de


alguien a quien regresar y que regresara. Un lugar de belleza, confort , seguridad, serenidad, nutrición, cuidado, presencia y protección para ambos.


Tras el desgaste de las campañas, los caminos, las batallas, la soledad, la muertes, la pérdida, la lucha, el corazón valiente de lo masculino guardaba la promesa de un lugar al que regresar al amor.


Tras lo incierto de la espera, de preservar un calor, un fuego, un hogar, de manifestar belleza, de la creación, de cuidar los frutos, el corazón valiente de lo femenino guardaba la promesa de un amor por regresar a su lugar.


El concepto de confianza y valentía eran sagrados en tiempos donde la palabra tenia brillo y valor. El espíritu indomable de mujeres y hombres valientes y comprometidos, con plena atención a su dedicación y misión. La lealtad y el mutuo reconocimiento daban la alquimia del agua y el fuego al hogar. Emociones para crear y objetivos para emprender. La matriz y la materialización. La espera y la esperanza…. A distancia, lejos, llenos de peligros y amenazas prevalecían, con una sensibilidad especial, la comprensión, la aceptación por la dureza de ambas circunstancias y la esperanza renovada de cada encuentro.


Esos mundos complementarios que por tiempo se separaban tenían espacios propios de distancia, de reflexión, de exploración y potenciación de las cualidades de cada naturaleza, la femenina y la masculina.


Recuerdo como en algunos trabajos de alquimia los momentos más esplendorosos experimentados se daban tras haber estado separados ambos principios creadores y habiendo potenciado sus virtudes con los de su genero en un espacio diferente. El momento del retorno era magia y brillo, donde receptividad, movimiento, confianza danzaban con la cercanía del enfoque, la quietud y la ecuanimidad.

Nuestras células guardan la memoria de la necesidad de una polaridad interior bien nutrida por lo femenino y otra polaridad bien nutrida por lo masculino para poder crear espacios de nutrición y protección conjuntos. En esos encuentros de recuperación de la propia esencia a través de la mirada del otro se unen de nuevo ambas naturalezas, externas e internas. Se da ese ser completo en si mismo: animus y anima integrados internamente son el símbolo de los vínculos interdependientes y multidimensionales.


Ahora a la sociedad le interesa crear confusión de genero, anular la danza de las polaridades, borrar esas fronteras psíquicas y biológicas de la naturaleza femenina y de la masculina. Les interesa seguir educando hombres y mujeres dependientes y debiles a través de los medios, la cultura, libros, canciones, novelas, películas, series, discurso oficial y medidas supranacionales. Seres despolarizados. Seres desvinculados de los dones del brillo de su naturaleza. Seres incompletos que no han integrado internamente ambas cualidades. Seres con miedo a la entrega, a la perdida, a la soledad, a los espacios lejanos, al abandono, a la invasión… Hombres blandos y seductores y mujeres duras y conquistadoras. En vez de seres presentes, receptivos, valientes, confiables, vulnerables , congruentes y abiertos de corazón.


Guardamos en nuestro ADN la necesidad de recordar nuestra verdadera naturaleza complementaria a través de espacios nutricios, de paz, de descanso, de alegría. Atesoran nuestras células la necesidad de parar, de reposar, de renovarse, de proyectar.


Por instantes se confía en la promesa mutua de un tiempo de retorno de una misión y de un espacio esperando. Esa confianza en la palabra del otro porta la serenidad y distancia del mundo que se necesita para descubrirse a uno mismo.


Somos seres vinculares y territoriales, en los tiempos y espacios sagrados compartidos es donde cogemos fuerzas para seguir fructificando y preservando la vida. Guardemos la esperanza de lo que al ser separado por la distancia y el tiempo si se atesora el coraje del compromiso (dar palabra) y el sacrifico (ofrenda, sagrado) el corazón guerrero sabrá donde encontrar al otro.


Recuperemos el valor de hacer de la vida entre lo femenino y lo masculino una ofrenda, un reconocimiento… independiente de tu orientación Seamos como las flores, en especial como las flores (los pensamientos, los miosotis, los no me olvides) que se las entregaban a la partida hombres y mujeres como símbolo de que una parte de un todo ya completo volvería a unirse quizás algún día.


Swaranita, 7 Febrero 2019.





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