Una vez recién salida de un compromiso amoroso fallido, alguien me dijo “jamás vuelvas a aceptar nada ni a nadie que no tome y cuide lo que entregas como merece”.
Muchas de las mujeres más fuertes , generosas y grandes de corazón que conozco , amigas, clientas, alumnas…han crecido o vivido ellas o su entorno cercano un vinculo tóxico…y algunas de ellas uno violento.
Son las mujeres más bellas, alegres, brillantes, sabias y poderosas con que me he encontrado y sentido honrada de descubrir su fuerza y amistad. Estas mujeres han tenido pánico a salir al mundo fuera de esa relación, han vivido con el miedo acechando el espacio seguro que tendría que ser el hogar. Han sentido la incertidumbre de ser una diana móvil, han olido el terror por la amenaza de malograr sus crías. Han perdido la perspectiva y el discernimiento. Han temido no sobrevivir ahí afuera y a vivir ahí dentro. Han entrado en el silencio más absoluto: el de la no escucha de sí mismas. Han perdido la perspectiva de su magia, valía, belleza, sensualidad, dones y fuerza… y todo eso ha quedado congelado en un objeto volador, en unas notas en un cuaderno, un olor, en una mirada, en una palabra, un gesto...
En toda mujer maltratada hay un durante. Se van quitando la venda de seda y hierro que les puso su pareja, las joyas y las flores tras los agravios, el qué dirán, la culpa y la vergüenza. Han ido poco a poco aprendiendo a mirar, a ir confiando en las pistas de la realidad que les ayudaron a valorar los comportamientos de sus verdugos: invisibilización, ambigüedad, desvalorización, manipulación psicólogica, aislamiento, inversiones y desorientación.
Se necesita ayuda para ver otra perspectiva y descubrir el maltrato, salir de ahí, repararlo y sostener ese pasado, liberarlo y transmutarlo una vez lleven otra vida. El maltratador vive de confundir, despistar y drenar las habilidades, capacidades y recursos de la víctima para poder sentirse menos inferior al ejercer su poder sobre ella. Ha instaurando en la proyección de esa mujer a la que supuestamente quiere (que no ama) su propia debilidad, frustración, fracaso…
La víctima se diluye y confunde lo que es realmente correcto y verdadero, y deja de reconocer qué necesita y a qué tiene derecho y a que no. Se convierte en una experta detectando los previos signos a las amenazas y situaciones que podrían provocar la ira del maltratador… En ese trauma constante no se da cuenta de que el agresor no precisa ser provocado por algo externo porque esa violencia y acuse de indignidad es inherente a el. A las propias heridas de cuando él fué víctima en la infancia insana que ahora reproduce como “adulto”.
En toda mujer maltratada hay un Después: despertar su poder, el reencuentro con sus potenciales y recursos para empezar a vivir la vida. Esa etapa es la más delicada. Darla el antídoto de saber que en su fragilidad post-traumática estará tentada a cambiar de idea respecto a su verdugo, o de volver a repetir y entrar en otra relación insana.
Ese trauma queda grabado en todo sus sistema propiocetror. Puede ir descubriendo en terapia o grupos de apoyo que esos railes de aquella codependencia pueden reactivarse aunque transitan por una vía diferente a sus necesidades y anhelo de recomenzar una vida diferente, sana y feliz. Por eso el primer paso es verlo, descubrirlo, reconocerlo y salir de ahí…Quizás la misión de sus vidas prospere por ahí ayudando a otras mujeres a descubrir en que fase están y acompañando a mujeres fuertes en momentos débiles, con todo su dispar bagaje profesional y lo común vivido en lo personal.
Todas y todos hemos sido conscientes en nuestras relaciones del fino hilo entre lo tóxico y el maltrato frente al buen amor del respeto.
Quienes traspasaron ese límite pueden reconstruirse y descubrir que ahora su sendero brilla en amor a sí y esa vibración y la confianza en la vida son un imán para nuevos caminos en la magnífica soledad elegida o en el amor sagrado entre un hombre y una mujer.
Swaranita, 5 Octubre 2016.
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