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POR TRECE RAZONES.


Me envían un post gráfico de Méjico para paliar el acoso escolar , conocido como bullying. Y me comentan la espléndida y durísima serie sobre acoso escolar «por trece razones».


En casi todos los coles e institutos, desde el más elitista al más sencillo de barrio hemos vivido de escolares algún grupo


aislado matón, burlón, chismoso, abusivo o agresivo… En esas etapas de desarrollo eso deja un profundo impacto. Buscamos pertenecer y sentirnos protegidos, descubrir quienes somos en el espejo de los compañeros y amigos.


Son los momentos más constructores de la autoestima con memoria. A todos nos invade ya en tiernas edades el temor a no amados y el abandono, la necesidad primaria de sentirse valorados, aceptados, acogidos, suficientes, el miedo a no ser valiosos válidos.


La autoestima es frágil, gustarse a uno mismo, aceptarse tal cual sin tuneados es la historia de amor de toda una vida. En verdad el rechazo forma parte de la misma, no podemos gustar a todos, pero saberlo, no evita las profundas heridas que provoca, porque ser en una tribu, en una manada, es imprescindible para preservar la vida.


El ser humano busca contacto, es vital para sobrevivir. El gran dolor del bullying se viste de rechazo. Ser aislado intencionadamente de modo activo o pasivo, sutil o muy evidente de una situación positiva.


Todo un catalogo de vacíos: una mirada, un gesto, una palabra, una mofa, un golpe, una amenaza, un chantaje, una mentira, una paliza… Todo un espectro de síntomas que el acosado puede experimentar y los adultos han de saber reconocer, y que el implicado pueda llegar a descubrir que puede pedir ayuda.


Ese margen del acoso viaja a la frontera de la humillación y la inseguridad, y el miedo más terrorífico. Como mecanismo de protección se aliena y aísla aun más. Esa marca escarlata invisible es como una condena, mas allá del miedo por la propia vida.


Todos adultos y jóvenes experimentan en algún momento las frías paredes del rechazo (en un amor, en un puesto laboral, en una pandilla, en un lugar con otras normas sociales, etc.). Ese muro frío a más se agrieta, más se instala en el mas profundo interior. Ese muro se viste de colores grises con el grafiti del miedo, la culpa, la rabia, la vergüenza, la tristeza… Todas las emociones que irán construyendo determinadas ventanas de impronta y creencias en la psique y biología de la víctima. Heridas muy profundas a ir reparando.


Ahora temas como el mobbing, el maltrato, los abusos y el bullying están teniendo voz y visibilidad. Pese a ello, algo en nuestro sistema de vida refleja que aún con la honrosa condena social y toda esta información algo falla y la violencia sea bajo cualquier forma se extiende como una pandemia.


Mi reflexión es, si el bullying es algo sociológico en términos de comunicación vs incomunicación y los cambios que ha tenido la educación.


Todo es cíclico y hemos pasado de educaciones antinaturales y muy estrictas a otras con una pedagogía más acorde con el ser (escuela libre, Waldorf, Montesori, etc) pero tal vez un poco sectarias fanáticas.


Veo que sea la época que sea, ha habido niños muy cuidados y amados y otros que no, y que a los padres que conozco en general se desviven por que tengan ese cariño, con mejores o peores resultados.


Es todo un arte lo que hacen muchos padres buscar ese tiempo de «calorcalidad» y equilibrio entre educar con límites y a la vez amor y presencia… y en muchos casos en familias monoparentales, donde ese foco de amor es del padre o de la madre.


Llevando al terreno de lo general y social y a lo terapéutico, mi instinto me dice que es un tema de incomunicación, como dice un amigo padrazo de que la solución pasaría quizás por «borrar la barreras entre padres e hijos».


Cuando alguien ha vivido desconectado del afecto parental o así lo ha experimentado internamente aunque los padres le quisieran eso deja una huella. Las personas recreamos los ambientes de infancia: o bien repetimos lo que vivimos o vamos al extremo contrario.


Y en el peor de los casos hay niños q han vivido en familias disfuncionales, con padres ausentes, o figuras de violencia, abuso o maltratadores cerca y eso deja unos entramados de memoria traumática muy profundos…


Así esos ambientes de infancia son recreados por ellos mismos de nuevo con aquellos mas débiles de su entorno…y la agresión se perpetua…


Pero más allá de eso, estoy segura que habrá violentos con buenas infancias que por maldad intrínseca ejerzan su papel de verdugo.


Lo que si siento es que detrás de eso, de cada víctima y verdugo hay profundo dolor en ambos…


Hace falta que se vuelva a un equilibrio en el encuentro de calidad entre padres e hijos….que cambie el sistema laboral, los horarios, los salarios, que la tecnología, móviles, tablets, plays, se usen con discernimiento y que toda esa maravilla de conocimiento a la que nos puede acercar la tecnología bien usada no nos aleje de estar presentes en nosotros y en el otro… Por miles de razones ese es el mejor presen-te.


Swaranita, 28 Agosto 2018.


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